Sábato: un recuerdo

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Hace unos días nos llegaba la noticia del fallecimiento en Buenos Aires del escritor argentino Ernesto Sábato. Le faltaban dos meses para cumplir los 100 años. Con él desaparece toda una época de la historia cultural argentina y europea, además de un testigo privilegiado del conflictivo y convulso siglo XX. Retirado de la vida pública a causa de su salud y la ceguera que le acompañaba desde hace varios años, Sábato no ha dejado de ser un referente intelectual y moral para generaciones de jóvenes.

Hijo de inmigrantes italianos, Sábato nación en 1911, en la provincia de la Rioja (Argentina). Estudió ciencias físicas y luego participó en el movimiento comunista. Posteriormente, se trasladó a Paris, donde trabajó en el Instituto Curie. Sin embargo, fue en esta ciudad donde su pasión por el arte, alimentada con el trato con los surrealistas le hizo dar un giro radical a su vida. Abandonó la comodidad de su empleo de científico y comenzó desde la nada una singular carrera literaria.

Sábato escribió mucho a lo largo de su vida, pero publicó muy poco. En 1945 publicó su primer libro, Uno y el universo, una recopilación de ensayos que ya supone toda una declaración de intenciones. Más tarde publicó su primera novela, El túnel, un relato psicológico, de corte existencialista, lleno de amargura y pesimismo, que su mujer Matilde Matilde Kusminsky Richter salvó del fuego, destino de muchos de los escritos de Sábato. Sin embargo, el reconocimiento internacional le llegó con la publicación de su novela más ambiciosa, Sobre héroes y tumbas, aparecida en 1961. Su consagración definitiva llegaría en 1974 con Abbadón el Exterminador.

Aunque al principio recibió con simpatía, como Jorge Luis Borges, el golpe de los militares de 1976, pronto cambió de opinión al conocer los crímenes y abusos contra los derechos humanos que cometía la junta militar. Más tarde, presidió, por encargo del presidente Alfonsín, la Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas (Conadep), que redactó el informe Nunca más, obra que relata los horrores de la última dictadura militar argentina. Sábato se opuso siempre a las leyes de “punto final” y los posteriores indultos decretados por el presidente Menem.

Si algo ha caracterizado la vida y la obra del escritor argentino es su fuerte compromiso ético con los semejantes y con la creación artística. Sábato ejerció una suerte de liderazgo moral e intelectual sobre generaciones de jóvenes escritores, para los que era un auténtico maestro, aunque fuese una persona de carácter difícil y un pesimista impenitente. A pesar de que afirmaba que se sentía frente a la literatura “como un guerrillero ante un ejército regular”, Sábato ha sabido transmitir en sus ensayos un profundo respeto por los grandes auto-res de la literatura: Cervantes, Flaubert, Proust, Kafka, etc.

Para Sábato, al que se le concedieron toda clase de premios y honores que aceptaba con timidez y cierto rubor, el arte está siempre en lucha contra la razón. "La razón no sirve para la existencia", afirmaba. Por eso buscaba en el arte las respuestas a los enigmas de la existencia humana. Quizá pueda sonar un poco antiguo su discurso contra los abusos de la razón, tan extendido en el siglo XX. Sin embargo, Sábato ha sido un escritor de su tiempo, pero ajeno a las modas.

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