Memoria

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“TENEMOS QUE HACERLO DE OTRA MANERA PARA QUE LOS PAISAJES NO QUEDEN RELEGADOS A UNAS CUANTAS FOTOGRAFÍAS ENMARCADAS”

Entre las exposiciones de PhotoEspaña 2007, una de las más destacadas fue la de la estadounidense Lynn Davis, una artista de dilatada trayectoria obsesionada por documentar de forma exhaustiva la herencia del pasado. Escribe la comisaria de la exposición: “Son imágenes silenciosas. Imágenes de erosión y deterioro. Imágenes que portan toda la belleza y la nostalgia que el paso del tiempo deposita en ellas y en nuestra mente”.

En el Museo Thyssen de Madrid pudimos ver una magnífica selección de algunas de sus obras de las series Iceberg y Persia Antigua. En relación a la primera, pocas veces las llamadas tópicamente “catedrales del hielo”, los icebergs de Groenlandia en este caso, los de la Bahía de Disko en concreto, han sido retratadas, en blanco y negro por cierto (o casi habría que decir en gris), de manera tan delicada y misteriosa. Contemplándolas es imposible eludir los temores sobre el futuro de estos paisajes que, según ha vuelto a recordar Naciones Unidas con motivo del Día Mundial del Medio Ambiente, están degradándose o desapareciendo casi de un día para otro. ¿Cómo evitar la nostalgia? ¿Cómo no pensar que estos monumentos helados de saparecerán para dar paso a un paisaje que en ningún caso será lo que ahora es? ¿De cuántos paisajes del planeta tendríamos que decir lo mismo?

El cambio climático es ahora la principal amenaza, pero qué decir del urbanismo, de las infraestructuras viarias, de la agricultura de invernadero, de los parques eólicos o de la industrialización que modifican, casi siempre de manera irreversible, entornos próximos o lejanos. Claro que no podemos quedarnos quietos, pero qué duda cabe de que las cosas podrían hacerse mejor y, en algunos casos, ni siquiera hacerlas. ¿Sonaría demasiado radical plantear ya una moratoria urbanística en las zonas costeras? ¿Cuándo si no? Tanto las administraciones como los ciudadanos estamos actuando con una frivolidad de la que más pronto que tarde vamos a arrepentirnos. Criticamos a los gobernantes porque hacen políticas de escaparate, precisamente las que suelen premiar los electores en las urnas a pesar de que en ocasiones haya cierto olor a podrido. Aunque algunos son escépticos al respecto, podríamos recuperar la memoria histórica hasta cierto punto, la de la última guerra civil o la de cualquier otra guerra, pero ¿cómo recuperar la memoria del paisaje? ¿Con las fotografías? ¿Con los documentales televisivos? ¿Acabarán siendo los paisajes, algunos paisajes al menos, una mera realidad mental? ¿Tan sólo paisajes de la memoria?

Actuamos del mismo modo irresponsable en los paisajes naturales más o menos intocados que en los paisajes urbanos, porque a este paso también acabaremos perdiendo la memoria de nuestras ciudades. Nadie preconiza el inmovilismo, pero tampoco la destrucción indiscriminada que transforma en un santiamén casas, calles, plazas y jardines. Aun reconociendo la importante labor de recuperación en las últimas décadas de nuestro patrimonio arquitectónico, la renovación de los centros históricos de muchas ciudades españolas ha sido escasamente respetuosa.

El arquitecto Richard Rogers decía recientemente en una entrevista en El País sobre la política británica del ya amortizado Tony Blair: “Sin duda ha asentado las bases para la regeneración de las ciudades. ¿Cómo? Densificándolas. Ha dado prioridad a reconstruir los núcleos urbanos en lugar de apostar por la expansión y el crecimiento, que es lo que las ciudades suelen hacer hoy. Por primera vez en mucho tiempo, la gente está regresando, volvemos al centro. Mánchester, por ejemplo, ha pasado de tener un centro sin residentes a tener 250.000 ciudadanos que han elegido vivir allí”. Y añade en otro momento: “Un número elevado de ciudadanos justifica inversiones en transporte público. Si la ciudad es de las extendidas, la vida se hace en el coche. Y eso trae más problemas de los que soluciona: ambientales, de ruido, de aparcamiento o de seguridad. Cuando los centros se abandonan, se convierten en guetos (…) Londres espera tener un millón de habitantes más en los próximos años. Y el alcalde ha decidido que no se van a levantar nuevos barrios. Se van a recuperar zonas internas”.

Seguramente con buena intención, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, dijo en la última campaña electoral que no iba a permitir en las afueras edificios de más de cuatro alturas y muchos se le echaron encima porque ello supondría acabar con el poco espacio libre que queda en la capital de España. Sin exagerar, podemos decir que casi todo está ya construido y no es nada improbable que la indecisión respecto al futuro parque nacional de Guadarrama tenga que ver con esta situación. ¿Por qué no aprovechamos mejor el espacio urbano incluso para construir viviendas sociales? Algunas comunidades autónomas han publicado en estos años varios libros en los que se contraponen fotografías de paisajes de hace un siglo o más a la realidad actual. Casi todos ellos nos resultan irreconocibles, y no siempre para bien. En PhotoEspaña 2007 ha habido otra exposición dedicada al neorrealismo italiano. Fotografías realizadas entre los años treinta y sesenta que muestran una realidad de miseria y de tristeza que en modo alguno conduce a la añoranza. Vivimos mejor ahora. En Italia y en España los avances del progreso son evidentes, pero tenemos que hacerlo de otra manera para que los paisajes no queden relegados a unas cuantas fotografías enmarcadas. Por muy bellas que sean.

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