La información y el lado oscuro

0 656

Hubo un tiempo en el que la información eran una serie de noticias, sucesos o cotilleos varios y los canales para obtenerlos eran los medios de comunicación que, de forma convencional, eran radios, televisiones y periódicos. Todo parecía controlado. Pero esta vieja historia de la información cambió cuando se acuñó un nuevo término: el byte. Así que en 1948 dimos por inaugurada una nueva era que llamamos de la información. El periodista, biógrafo y ensayista James Gleick en su libro La información indagó en esta realidad y su historia. “La diferencia entre los seres humanos y los animales es que nosotros amamos la información, nos gusta, tenemos un apetito casi tan primario de ella como del alimento, del sexo, del sueño. Evidentemente, hay una enorme distancia entre la sabiduría y el mero cotilleo, pero sinceramente creo que a todos nos gusta un poco de las dos. Twitter, que parece la plataforma social más tonta que existe y que solo nos per-mite usar 140 caracteres (una cantidad de la que muchos dudan de que se pueda contar algo que valga la pena) puede parecer ridícula, pero todos vamos gravitando hacia ella como imantados, incluido yo mismo. Esto nos habla de que cualquier bocado de información, por pequeño y trivial que parezca, siempre es nutritivo”, afirmaba Gleik en la promoción de su libro en Madrid.

“Las barreras transnacionaLes tradicionaLes a La deLincuencia se han demoLido en eL mundo virtuaL”

Ahora, desde un jovencito tuitero al más experto de los comunicadores junto con millones de personas están sumergidas en un gran océano de información y, sobre todo, desde que en Internet se hizo la luz. Desde entonces los bytes no han dejado de multiplicarse, tanto que “para comprender Internet, sin saber a ciencia cierta de qué hablamos o realmente qué hacemos y qué nos hacen en el mundo virtual, una analogía interesante es considerar la Red como un bicho; un bicho en plena y constante evolución desde que vio la luz en la caverna digital allá por la década de 1960, un bicho que se ramifica y diversifica sus funciones a tal velocidad y con mutaciones tan extrañas en lugares tan diversos de la geografía virtual, mental, física, espiritual, etc., en fin, la que queramos imaginar o mezclar, que no hay forma, por más esfuerzo que le dediquemos al asunto, ni siquiera de perfilar sus diferentes y potenciales desarrollos”, afirma el periodista y especialista en redes Luis Ángel Fernández Hermana.

“El bicho cambia él mismo sin cesar, no solo de forma y fondo; supera barreras y muros (¿criptografía? Un pase por aquí, otro por allí y hay que inventar algo nuevo para sujetarle. Lo interesante es que hacemos cosas con el bicho como si supiéramos de qué va la cosa, como si bastara con habitarlo para entenderlo y domarlo. Hoy día, podemos ser idiotas por conveniencia, pero no necesariamente descuidados. Sabemos que cada segundo que respiramos generamos miles de millones de ristras de numeritos, queramos o no. Somos eso, hasta ahí hemos llegado y hay gente preocupada en capturar y trabajar esas ristras aparentemente aburridas. Insisto, la famosa frase “Y yo a qué le voy a temer si no he hecho nada”, reflexiona y nos hace reflexionar Fernández Hermana.

Si bien las fronteras físicas continúan teniendo un papel relevante, tales divisiones son mucho menos claras en el mundo virtual. Los bits y bytes fluyen libremente de un país a otro sin someterse a controles fronterizos, controles de inmigración o declaraciones de aduanas que lentifiquen su tránsito. Las barreras transnacionales tradicionales a la delincuencia que debían superar las generaciones anteriores de ladrones, mafiosos y convictos se han demolido en el mundo virtual y han permitido que individuos desagradables entren y salgan a su antojo de cualquier sitio web que les plazca. En los últimos días hemos tenido un ejemplo claro de este suceso. Los cajeros bancarios de varias ciudades europeas comenzaron a dar dinero gracias a las artes delincuentes de un hacker. ¿A quién corresponde la jurisdicción de este delito?

Goodman nos recuerda en su libro que con el tiempo “los piratas informáticos se han vuelto más ambiciosos y más malvados. De repente, cualquiera es vulnerable. Internet ha perdido su inocencia. Nuestro mundo interconectado se esta volviendo cada vez más peligroso”. Por tanto, no nos queda más remedio que buscar el posible plan B.

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.