José Antonio Hueso Hueso

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José Antonio Hueso Hueso (Trujillo, 1951) es Ingeniero Técnico Industrial, Especialidad Mecánica, por la E. U. I. T.

I. de Béjar (Salamanca). Desde 1974 ha venido desarrollando la profesión en el ámbito del ejercicio libre, con la redacción de proyectos y las correspondientes direcciones de obra. En la actualidad, es director gerente de la empresa familiar, dedicada a la venta de maquinaria agrícola e industrial.

¿Qué le llevó a cursar los estudios de Ingeniería Técnica Industrial?

Yo diría que la influencia determinante fue el negocio familiar. Mi padre creó una empresa en 1953, que se basó fundamentalmente en la mecanización del campo, con la venta y reparación de maquinaria agrícola e industrial, y el andar, en vacaciones, desde muy pequeño, entre el taller y las máquinas, supongo que me predestinó para la ingeniería. La empresa actualmente sigue funcionando, de la cual soy el gerente.

¿Cómo recuerda sus inicios en la profesión?

Pues la verdad es que con mucha ilusión, pero fueron muy duros. Desde el principio me puse a trabajar en el negocio familiar, y a la vez, pero por separado, como ingeniero en el ejercicio libre. Eso significaba muchas horas de trabajo, pero uno era joven.

¿Ha cambiado mucho la profesión desde que empezó a desarrollar su trayectoria profesional?

Mucho y en todos los aspectos. En primer lugar, desde el punto de vista tecnológico en las herramientas utilizadas por el propio profesional. Yo pasé, en pocos años, de la regla de cálculo a la calculadora y, posteriormente, a los programas de ordenador en “basic”. De la mesa de dibujo con paralé, al tecnígrafo y por último el auto-cad, pasando por el papel vegetal y el rotring.

En el aspecto reglamentario, por ejemplo, el REBT. El primero que yo utilicé era de 1973, y casi 30 años después se publicó el actual (2002). Con el nuevo siglo, los reglamentos se han renovado y, además, han salido otros nuevos, lo que implica un mayor esfuerzo por parte del ingeniero para estar debidamente preparado.

En el aspecto social, el Ingeniero (con mayúsculas) era tratado como persona con conocimientos superiores y la sociedad le tenía cierto respeto, e incluso admiración. Tal vez debido a la escasez de profesionales o simplemente por lo difícil que era terminar la carrera. Actualmente esa percepción, por la sociedad, del ingeniero como un “ser especial” ha desaparecido, y mucha culpa de la tenemos los propios profesionales, que no hacemos valer nuestra responsabilidad en la sociedad, ni nuestro trabajo ante los clientes.

¿Qué es lo que más le gusta de ella (la profesión)?

Indudablemente el servicio a la sociedad. Desde los inicios a la profesión lo que más me ha gustado, y satisfecho, ha sido resolver los problemas a los demás, atendiendo al planteamiento o la consulta que te hace el cliente, el estudiarlo detenidamente y ver las distintas soluciones alternativas que le puedo ofrecer y por último dar con la solución acertada y, por supuesto, que el cliente te lo agradezca.

¿Y cuáles diría que son los aspectos más difíciles de la misma?

La incomprensión y la falta de reconocimiento por parte de la sociedad. Decía un compañero “los proyectos están reñidos con los presupuestos”; y es verdad que uno trata de aportar la mejor solución a un cliente, que no es precisamente la más barata, y al final impera la ley de “don dinero”, aceptando lo que te propone el cliente. Esto me ha causado siempre una sensación de falta de valores en la sociedad que afecta a la ilusión por tu profesión. En mi opinión todo es consecuencia de la burbuja inmobiliaria, pues aun reconociendo que la construcción es un sector locomotora, creo que ha hecho mucho daño a nuestra profesión, ya que muchos compañeros han rebajado considerablemente los honorarios de proyectos y direcciones de obra, para captar cuota de mercado.

De todos los proyectos que ha desarrollado a lo largo de su trayectoria, ¿cuáles recuerda con mayor entusiasmo?

Tengo varios, desde luego y de diversa índole. La mayoría de ellos relacionados con alumbrados artísticos. El primero que hice fue el alumbrado artístico del interior de la Concatedral de Santa María de Cáceres, en el 2000, con bastante éxito, por cierto, incluso dentro del gremio de los arquitectos. Tal es así, que el propio Cabildo Catedralicio, me encargó, posteriormente, en el 2003, el alumbrado artístico de interior de la Catedral de Coria.

Asimismo en mi propia ciudad, proyecté y dirigí los alumbrados artísticos de la Plaza Mayor, en 2003, por el que Trujillo consiguió el Premio Europeo de alumbrado, en el año 2006. Posterior-mente, en 2008, me adjudicaron el proyecto del alumbrado artístico de la muralla medieval, con una longitud de 2 km.

Tengo otros muchos, pero hubo uno, que me hizo mucha ilusión, por su dificultad y por la empresa que lo encargó. Fue un encofrado móvil para hormigonar el túnel de la presa de la Rivera de Gata, solicitado por la empresa Dragados y Construcciones, S. A.

Pero quizás del trabajo que estoy más orgulloso fue la ponencia que presenté en el Aula Fray Luís de León, de la Universidad de Salamanca, titulada ”Impac-to ambiental de las líneas eléctricas de media y alta tensión y medidas correctoras”, en las V Jornadas hispano-lusas de Ingeniería Eléctrica”, celebradas en 1997; y por el que la UAITIE me concedió el título de Socio de Mérito en 1998.

Usted está muy involucrado con su ciudad natal, Trujillo, incluso llegó a ser alcalde de la ciudad entre 1979 y 1983, ¿qué es lo más gratificante de participar en la gestión municipal y en el ámbito social?

Ser alcalde de tu ciudad, o de cualquier población, sinceramente, de gratificante no tiene nada, y menos en esos años, durante los cuales nos tocó vivir directamente la transición política en España. Lo único a favor es que, con 27 años, como tenía entonces, uno está dispuesto a todo. Tuve un equipo de concejales muy bueno, la mayoría de ellos empresarios, que entramos con muchísima ilusión, incluso los concejales de la oposición, pero nos encontramos muchos e importantes problemas, entre ellos el abastecimiento de agua.

Por entonces, Trujillo sólo tenía 3 horas de agua al día (y no por culpa de la sequía), y en menos de un año, pasó a tener 24 horas de agua al día. También conseguimos otros logros importantes para la ciudad, como el Polígono Industrial ”La Dehesilla”, facilitando terrenos a los empresarios e industriales trujillanos, para dotar a la ciudad de un tejido laboral, que aún no ha despegado; el Centro de Salud y el Parador de Turismo, así como la inauguración del Mercado Regional del Ganados, que sirvió de ejemplo y muestra para los de Ávila y Salamanca.

También ha formado parte de la Junta de Gobierno del Colegio de Cáceres, primero como vocal, en representación del ejercicio libre de la profesión (19931998), y después como vicedecano de dicho Colegio (1998-2002), ¿qué pueden aportar los colegios profesionales a la sociedad? ¿Y cómo pueden ayudar a los colegiados en el desarrollo de sus carreras profesionales?

Los colegios profesionales, desde el punto de vista social, han pasado de ser considerados “corporativistas”, como si fueran asociaciones o cotos cerrados, a la percepción de ser unos “entes inútiles”, debido al liberalismo de la profesión. Ambos conceptos han hecho mucho daño a nuestra profesión. Pero la realidad es que los colegios profesionales han contribuido muchísimo al desarrollo de la sociedad, tanto desde el punto de vista económico e industrial, como en la seguridad y calidad de vida, pero no somos capaces de transmitir esos logros a la sociedad. Por decirlo de alguna manera, y desde el punto de vista empresarial, nos hace falta un buen “merchandising” y “marketing”, ya que el producto lo tenemos (la profesionalidad), pero no sabemos transmitirlo.

En cuanto a la ayuda a los colegiados en el desarrollo de sus carreras, la labor que están haciendo los colegios profesionales en este sentido es amplia y diversa. Me consta, por propia experiencia, que actualmente los colegios están desarrollando una actividad firme y creciente en el aspecto formativo, y reciclado, de los colegiados, con la puesta en marcha de cantidad de cursos formativos específicos en materias diversas, no hay más que ver la cantidad de cursos que la Plataforma del COGITI publicita anualmente. En este sentido los colegiados no creo que tengan queja alguna.

¿Qué consejos les daría a los recién egresados?

Todos sabemos que en la vida real “la teoría sin la práctica no vale mucho”. Cuando terminamos la carrera, allá por 1974, tres amigos, y compañeros de estudio, en una comida de despedida, con el título en la mano, nos miramos preguntándonos ¿y ahora qué?, refiriéndonos a cual sería nuestro futuro, por la falta de experiencia.

Hoy día las cosas no son exactamente iguales, pues los estudiantes cuentan con más oportunidades. Es fundamental que los ingenieros, cuando terminen la carrera, tengan experiencia, por ello les aconsejo que busquen empresas que faciliten la realización de las prácticas en situaciones reales, que es donde se aprende de verdad. En este sentido, nuestra empresa familiar tiene firmados convenios con las Escuelas de Ingeniería de Béjar y Badajoz, y algún compañero ha compartido nuestra experiencia. También les aconsejo que no dejen de estudiar y prepararse adecuadamente.

¿Qué pueden hacer los Ingenieros Técnicos Industriales por mejorar el bienestar de los ciudadanos, en general, y en el caso de Extremadura, en particular?

Un profesor nos llegó a decir que el buen Ingeniero Técnico Industrial era el que se manchaba las manos en el trabajo. No hay que tomárselo al pie de la letra, pero hay que entenderlo como la persona cercana al ciudadano, que con-versa con él, le entiende, y le resuelve el problema, codo a codo, trabajando con él. En el caso de Extremadura, cuando terminé la carrera y me puse a trabajar con mi padre, el Ingeniero era una “rara avis”, pues aparte de ser una carrera poco solicitada, había que estudiarla fuera de la región, en Salamanca o Sevilla. Todos ellos, de una manera u otra, han contribuido, sin duda, al desarrollo tecnológico de Extremadura.

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