El G-8 de la Cultura

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Cuando en el año 2005 los Premios Príncipe de Asturias celebraron su XXV aniversario, la Fundación pidió a todos los premiados una colaboración especial. Oscar Niemeyer había recibido el premio de las Artes en 1989 y la Fundación le visitó con la idea de invitarle a dar una conferencia en Asturias. La respuesta del arquitecto fue clara: “No soy profesor, no sé dar charlas, soy arquitecto, y lo que sí sé hacer es diseñar edificios. Y eso es precisamente lo que voy a hacer, diseñar un edificio como regalo”. La reacción inicial fue de extraordinaria gratitud, y el Gobierno del Principado de Asturias no dudó un instante en que había que llevarlo a cabo. Contar con una obra de este mito de la arquitectura, una obra que sería la primera de Niemeyer en España y la más importante en Europa, es un gran lujo y todo un honor. Lo que quizás el propio Niemeyer no sabía era que su regalo iba a ser el responsable de la creación de una organización cultural a nivel mundial.

Desde sus inicios, el Centro Niemeyer tenía las ideas claras y unos objetivos marcados; quería estar al nivel de las más importantes instituciones culturales del planeta, como el Lincoln Center o el Centro Pompidou. Puso manos a la obra y la Fundación del Centro Cultural Internacional Oscar Niemeyer comenzó una serie de reuniones con centros y organizaciones culturales, de todo el mundo. Después de múltiples contactos se planteó la idea de reunir, con el Centro Niemeyer como anfitrión, a siete centros culturales, que son una referencia a nivel mundial, para compartir ideas, exponer puntos de vista y explicar la concepción que cada uno tiene de la cultura. En diciembre de 2007 se convocó en Avilés, ciudad que acogerá el Centro Niemeyer, al Lincoln Center de Nueva York, al Barbican Center de Londres, al Centro Pompidou de París, la Ópera de Sydney, al Centro Cultural de Hong Kong, el Foro Internacional de Tokio y la Biblioteca de Alejandría. Todas ellas instituciones culturales de gran prestigio internacional, que destacan, no sólo por contar con programaciones artísticas multidisciplinares, sino por que sus sedes son referentes arquitectónicos, que sirvieron para regenerar una zona degradada de la ciudad y revitalizar su vida cultural convirtiéndose en un referente. Esta cita se calificó como histórica y fue el punto de partida de lo que se ha denominado como el G-8 de la Cultura, por su analogía con el G-8 de los países más influyentes de la tierra.

Son ocho los miembros que forman este selecto club, siete tienen una larga trayectoria como algunas de las más importantes instituciones culturales del mundo. Completa el tándem el Centro Niemeyer, una organización que, desde sus inicios, ya tenía claro dónde quería posicionarse.

Centro Niemeyer, en Avilés

Oscar Niemeyer ha calificado este edificio como el más bonito de cuantos ha rea lizado. Con esta tarjeta de presentación, está claro que la Fundación Centro Internacional Cultural Niemeyer se va a convertir en un referente mundial, no sólo a nivel arquitectónico, sino también a nivel cultural. En abril de 2008 comenzaron las obras; hoy ya se pueden apreciar las estructuras de los edificios. A mediados del año 2010 está previsto que abra sus puertas. Poner en marcha un proyecto de tal envergadura, en tan poco espacio de tiempo ha sido todo un logro. Desde el momento en que el arquitecto brasileño dijo que su regalo por el XXV aniversario de la Fundación Príncipe de Asturias sería un edificio, nadie dudó en llevarlo a cabo. Lo primero fue buscar un emplazamiento y rápidamente se encontró junto a la ría de Avilés, un lugar idóneo para este tipo de equipamientos llamados a regenerar una zona a través de la cultura. Para que el proyecto saliera adelante, fue clave el rápido acuerdo alcanzado entre el Ayuntamiento de Avilés, el Gobierno del Principado y la Autoridad Portuaria de Avilés. En el lugar donde antes había altos hornos, hollín y depósitos de carbón, ahora se levantará una de las más importantes instituciones culturales del planeta.

Un conjunto de rampas, torres y cúpulas blancas albergarán un auditorio para 1.000 espectadores, un espacio multiusos con cines, salas de ensayo, un salón de conferencias, una galería de 4.000 metros cuadrados y 20 metros de altura dedicada a la exhibición de arte y una plaza que pretende ser el núcleo de conexión, donde se celebren eventos culturales. Coronará el proyecto una torre mirador sobre la ría y la ciudad. Pero si está Fundación ya tenía claros sus objetivos desde el comienzo, y ha sido capaz de promover el G-8 de la Cultura, lo que vendrá cuando se inaugure no será me-nos; el cineasta Woody Allen, el científico Stephen Hawking, o el escritor Paulo Coelho son algunos de los nombres que forman parte de su consejo asesor, sin duda un equipo ganador.

Barbican Center, en Londres

El corazón del barrio de Barbican Estate, una zona que fue gravemente dañada durante los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, hoy es el mayor centro de artes escénicas de Europa. Esta institución, que acoge la sede de la Orquesta Sinfónica de Londres y de la Orquesta Sinfónica de la BBC, abrió sus puertas en 1982 y cuenta con una sala de conciertos para 2.000 espectadores, un teatro para 1.166, tres cines, siete salas de conferencias y una sala de exposiciones de más de 1.000 metros cuadrados. El edificio es obra del arquitecto John Honer, que en un principio fue muy polémico, llegando a calificarse como una de las construcciones más feas de la ciudad londinense. El paso del tiempo ha hecho que este tipo de arquitectura, denominada brutalista, haya ganado adeptos y las críticas hayan caído en el olvido.

Lincoln Center, en Nueva York

Si en Europa eran los grandes monarcas los que dejaban su huella en la historia con la construcción de palacios, castillos… en la Gran Manzana son las grandes fortunas las que dejan su legado con la construcción de rascacielos, museos… El Lincoln Center fue promovido por John D. Rockefeller III, y formó parte de un plan de regeneración urbana llevada a cabo en los años sesenta, conocido como Programa Robert Moses. Ubicado en lo que era una antigua barriada, este complejo de edificios fue construido entre 1962 y 1968. Pero esta institución no sólo es grande por sus dimensiones, ocupa aproximadamente unos 61.000 metros cuadrados, sino en número de actividades; el Ballet de la Ciudad de Nueva York o la ópera de la Ciudad o la ópera del Metropolitan son algunas de las 12 organizaciones que con sus programaciones han convertido al Centro Lincoln en uno de los mayores centros culturales del mundo. Murales de Chagall en el vestíbulo del Metropolitan Opera House o esculturas de Calder o Moore en sus accesos dan prueba de su grandeza.

Lincoln Center en Manhattan, Nueva York. / AGE FOTOSTOCK

Biblioteca de Alejandría

Para Egipto y la ciudad de Alejandría el sueño de construir un edificio que recuperase el esplendor de la antigua Biblioteca de Alejandría se hizo realidad en 1997 cuando se inauguró la Biblioteca Alejandrina. Diez años antes se había dado el pistoletazo de salida para este proyecto. Hacerlo realidad no fue una tarea fácil, pero se consiguió gracias a la participación de algunos países europeos, americanos, árabes, el gobierno de Egipto y la Unesco. El edificio, un gigantesco cilindro inclinado, con una fachada de granito traído desde Asuán esculpida con inscripciones en 130 lenguas del mundo, es un homenaje al dios Ra, el dios egipcio del sol. Su cubierta combina vidrio y aluminio, permitiendo el paso de la luz al espacio interior, y desde el exterior se proyecta hacia el Mediterráneo, como si del antiguo faro de Alejandría se tratase. Cuenta con una superficie de 37.770 metros cuadrados con 33 metros de altura, en los que se distribuyen once plantas, cuatro de la cuales está bajo el nivel de la calle. Para acompañarlo se han edificado otros dos edificios que albergan un planetario, un centro de conferencias, tres museos, cuatro galerías de arte y un laboratorio de restauración de manuscritos. Emulando a su homóloga de la antigüedad, este centro tiene vocación de ser no sólo una biblioteca, sino un gran núcleo de ciencia y cultura.

Centro Pompidou, de París

Símbolo de la arquitectura High Tech, fue construido en el año 1977 por un grupo de arquitectos entre los que destacan Richard Rogers y Renzo Piano, y el ingeniero Peter Rice. Promovido por el entonces presidente de Francia, George Pompidou, para revitalizar una zona profundamente degradada, el barrio de Les Halles. Donde antes se levantaba un antiguo mercado de abastos, que databa de la época de Napoleón, hoy se encuentra el edificio de la Bolsa, los jardines de Les Halles y una de las más importantes instituciones culturales.

La principal característica del Centro Pompidou es que su interior es mostrado al exterior; conductos de agua, aire, electricidad, escaleras… fueron pintados de llamativos colores y discurren por su fachada. Un edificio vuelto del revés, que saca sus equipamientos al exterior para dejar espacio el arte. Quizás a esto deba que sea conocido, entre los parisinos, como Nuestra Señora de las Tuberías. Museo de Arte Moderno, Biblioteca, Centro de Diseño Industrial o Centro para la Música e Instalaciones Acústicas son algunos de sus usos, que han garantizado su éxito. Hoy, tras unos comienzos que lo calificaron de controvertido, es reconocido mundialmente como una de las instituciones culturales más importantes.

Foro Internacional de Tokio

En una época en la que las ciudades bus-can crear su identidad a través de iconos de la arquitectura, Tokio tiene una de sus tarjetas de presentación en este edificio. Obra del arquitecto uruguayo Rafael Viñoly, su increíble estructura de acero y cristal, que en su interior recuerda a los antiguos Palacios de Cristal, en su exterior sus formas curvas se asemejan a las cuadernas del casco de un barco, no deja indiferente al que lo visita. Abrió sus puertas en 1996 transformando por completo el barrio de Ginza. Cada año organiza alrededor de 6.000 eventos, en sus ochos salas de conciertos, treinta salas de conferencias y sus 5.000 metros cuadrados dedicados a exposiciones. 

Centro Cultural de Hong Kong

Construido sobre los terrenos de una olvidada estación de ferrocarril, fue inaugurado en 1989 convirtiéndose en un referente cultural para esta antigua colonia británica. Cuenta con una sala de conciertos, un teatro para grandes montajes de ópera y ballet y un Teatro Studio, así como una galería de arte, una sala par a exposiciones, salas de conferencias… a las que acuden más de un millón de espectadores cada año.

Ópera de Sydney

Si las ciudades construyen edificios que se convierten en su imagen ante el mundo, la Ópera de Sydney se convirtió en la de todo un país. Este edificio, declarado Patrimonio de la Humanidad en 2007, es una de las construcciones más importante del siglo XX. Diseñado en 1957 por el arquitecto danés Jörn Utzon, tras un largo periodo de construcción que se realizó en tres fases, fue finalmente inaugurado en 1973. Un diseño totalmente innovador y una estructura que se apoya sobre 580 pilares, que se sumergen hasta 25 metros por debajo del nivel del mar, dan prueba de su grandeza. Hoy sigue con el mismo esplendor que el primer día, y en él tienen su sede la Ópera de Australia, la Compañía de Teatro de Sydney y la Orquesta Sinfónica de Sydney. En sus salas de conciertos, teatro, salas de cámara… se montan obras de teatro, ballets, óperas y todo tipo de espectáculos musicales.

Casa de la Ópera de Sydney (Sydney Opera House) en Sydney (Australia). / AGE FOTOSTOCK


PEDRO ZUAZUA

Director de Comunicación de la Fundación del Centro Cultural Internacional Oscar Niemeyer

“QUEREMOS QUE EL CENTRO NIEMEYER SEA UNA PUERTA DE ENTRADA A LO MEJOR DE LA CULTURA INTERNACIONAL Y UN
TRAMPOLÍN PARA LA CULTURA ESPAÑOLA Y ASTURIANA”

Pedro Zuazua, junto con Natalio Grueso, director de la Fundación, comenzaron con un proyecto sobre papel, y hoy ya han colocado la primera piedra del Centro Niemeyer y de uno de los foros más importantes del mundo para promover la cultura.

Supongo que la selección de los ocho centros elegidos que for-man este “equipo” sería una larga labor y que el proceso de selección debió de ser complicado.

La elección de los participantes vino en gran medida dada por la grandeza de cada uno de ellos. La idea del Centro Niemeyer, cuando convocó la primera reunión en la que se gestó el G-8, era que todas las culturas estuvieran representadas. Así, de Estados Unidos estaba el Lincoln Center de Nueva York; de Inglaterra, el Barbican de Londres; de Francia, el Pompidou de París; de Egipto, la Biblioteca de Alejandría; de Australia, la Opera House; el Centro Cultural de Honk Kong y el Tokyo International Forum de Japón. Nuestro objetivo principal era contar con todas las visiones, con todas las perspectivas que dieran una idea global de la cultura.

¿Qué aporta la Fundación Centro Internacional Cultural Niemeyer al G-8?

Creo que aportamos ideas, pero no más ni menos que el resto de los participantes. Y sobre todo nuestra visión de la cultura: multidisciplinar y abarcando todos los campos de la sociedad. Pero sobre todo recibimos, porque el resto de participantes lleva años programando con éxito y gestionando a velocidad de crucero enormes instituciones culturales.

En esta época en la que Internet y las nuevas tecnologías son las protagonistas, la cultura se enfrenta a grandes retos.

Desde luego. Y ése es el primer reto de la cultura, adaptarse a las nuevas comunicaciones y a las nuevas formas de exposición y de contacto con el público. Hay que buscar el modo de atraer a la gente joven, cada vez más proclive a crear por sí misma que a aceptar lo que le dan hecho.

Se ha comentado que el G-8 tenía el objetivo de desarrollar un nuevo márquetin cultural. ¿Lo han conseguido?

El G-8 se encuentra en una etapa inicial. Se ha hablado, se han intercambiado opiniones y se han puesto sobre la mesa algunas ideas para desarrollar conjuntamente, pero aún no se han puesto metas concretas. Tal vez no se pongan nunca. El G-8 es un foro tan sumamente rico en sí mismo, que no hace falta plantearse objetivos. Con lo que cada uno expone, los otros siete participantes se pueden ir con la maleta repleta de ideas y de novedades.

¿Cuáles son los próximos proyectos del G-8?

Por poner un ejemplo: el Centro Niemeyer está en contacto con la Biblioteca de Alejandría para compartir algunos de los contenidos que unos y otros tengamos a lo largo de estos próximos años.

¿ Y los de la Fundación?

Convertir el Centro Niemeyer en un centro cultural multidisciplinar, y que sea una puerta de entrada a lo mejor de la cultura internacional y un trampolín para la cultura española y asturiana.


“No es la línea recta la que me atrae, dura, inflexible, creada por el hombre. La que me atrae es la curva libre y sensual. La curva que encuentro en las montañas de mi país, en la sinuosidad de sus ríos, en las nubes del cielo y en las olas del mar. De curvas está hecho el universo, el universo curvo de Einstein.”

Este arquitecto brasileño, que el pasado mes de diciembre celebró su 101 cumpleaños, ha sido sin pretenderlo el responsable de esta iniciativa cultural. Pero Niemeyer no es un nombre más en la arquitectura, es el pionero del Movimiento Moderno, que, tras más de 70 años diseñando edificios, aún sigue ejerciendo su profesión, con el mismo entusiasmo que el primer día. Con un empleo magistral del uso de la curva, conquistó al mundo y creó su sello de identidad. En los años 60 creó la ciudad de Brasilia. La catedral o el Congreso Nacional, son algunos de los edificios más emblemáticos que Oscar Niemeyer diseñó para esta nueva capital, que le han valido ser considerada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Tuvo el honor de diseñar junto con otro gran maestro, Le Corbusier, la sede de las Naciones Unidas en Nueva York. Debido a la dictadura de su país, se vio obligado a exiliarse. Un periodo duro, en el que Europa tuvo el honor de acogerle, y de esta época datan edificios como el centro cultural Le Havre en París. En los años 80, tras el fin de la dictadura, volvió a su querido Río de Janeiro y comenzó lo que él define como la última época de su vida. En 1987 recibió el premio Pritzker de Arquitectura, dos años después el premio Príncipe de Asturias de las Artes… Éstos son algunos de los homenajes que le dieron con sus 80 años. Sus obras más recientes, el Museo de Arte Contemporáneo de Niteroi o el Teatro Popular de esta misma ciudad, son la prueba de que su creatividad sigue intacta. Y el Centro Niemeyer es la prueba de su generosidad.

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