Belleza robada

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Un programa de televisión que propone a sus concursantes un cambio radical (sic) en su aspecto físico, por medio de operaciones de cirugía estética, ha levantado una gran polvareda en los medios de comunicación, muy dados por cierto a estos alborotos. De hecho, tal parece que esta polémica plaga de las operaciones de cirugía estética no comenzó hasta que apareció el citado programa de televisión.

Cambio Radical , que así se llama el reallity show , está dirigido, según informa la cadena de televisión, a aquellas personas que necesitan un cambio de imagen, bien sea por motivos físicos o psicológicos, para “ayudarles” a transformar su vida mediante un cambio de imagen. Para lograr este fin, el programa pondrá a su disposición a un amplio equipo de “especialistas” como cirujanos plásticos, psicólogos, ortodoncistas, nutricionistas, estilistas, oftalmólogos, etc. Apunta la cadena de televisión en la promoción de su programa, que los candidatos son personas que esperan que esta nueva situación les cambie la vida, pues viven acomplejados por su aspecto físico, lo que les provoca falta de autoestima, dificultad para mantener relaciones sexuales plenas (sic), complejos o, incluso, problemas de salud.

Desde el busto de Nefertiti hasta la Marylin Monroe de Warhol, pasando por la Venus de Milo o las odaliscas de Ingres, los artistas se han preocupado y ocupado ampliamente de la belleza, aunque en su caso, más de las texturas del color, las formas de la piedra o el equilibrio de la composición. Los griegos de la Antigüedad establecieron su propia y original idea de belleza. La relacionaron con la armonía, la proporción, la medida. Para los griegos, todo exceso era un mal en sí mismo, en tanto que la medida y la norma son totalmente necesarios para que exista belleza. El canon de belleza que estableció el escultor Policleto se basaba en que el cuerpo debe tener una medida igual a ocho veces la cabeza, además de la relación directa que debeexistir entre sus distintos miembros.

De hecho, en el arte griego la perfección de las formas es el fruto del culto a la proporción numérica. Detrás de la belleza se halla siempre el número.

Platón y los pitagóricos elevaron est a fascinación mágica por el número a pensamiento filosófico al afirmar que la realidad es, en último término, número. Sin embargo, ahora nos llega una belleza hecha de retales, un apañito por aquí y otro por allá, doméstica, de mes a camilla y copita de anís, de paseo por la alameda del pueblo “para que rabien las vecinas” , orillada de psicologismo del tipo “necesito mejorar mi autoestima”. Por cierto, que estas terapias quirúrgicas y agresivas confirman, una vez y por si hiciera falta, el fracaso de las terapias psicológicas: ante cualquier problema psicológico derivado de los problemas narcisistas de la propia imagen, se opera, y listo. ¿Tiene todo esto algo que ver con eso que poetas y filósofos han llamado belleza? Es, cuando menos, dudoso. Como nos recordaba el poeta romántico John Keats: “La belleza es la verdad, esto es todo / lo que sabes de la tierra, todo lo que necesitas saber”. O vaya usted a saber .

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