Tras la demia

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La reclusión, que no confinamiento, siempre ha hecho que meditemos y pensemos, al menos los que utilizamos todas nuestras neuronas cerebrales, mediante las ‘enzimas soldado’ que nos libran de los elementos aberrantes limitativos de la capacidad cerebral, para analizar, dictaminar, estudiar y postular razones y/o soluciones a los actos, cuestiones, enigmas, hechos, problemas y sucesos que diaria y habitualmente se nos presentan.

Es una forma llana y simple de tratar, como en síntesis, de explicar la ruta o camino a seguir para el desarrollo de esta exposición; una vía como otra para llegar a la postulación de conclusiones lo más objetivas posibles, con base a análisis, estudios y razonamientos seriamente planteados, un trayecto complicado pero no por ello alucinantemente atractivo, al menos para quien lo plantea y trata de llegar a postular unas soluciones posibles con su dictamen o si no, en todo caso, a dejar las propuestas forjadas y trazadas.

Volviendo al I., el relato anterior de “En, Epi y Pan”, remontémonos más allá de lo en él citado, a lo esbozado en cuanto a lo sucedido reiterativamente en los siglos XV al XI a.C. en el Egipto antiguo, una época de gran esplendor, en el que se ha dado en denominar Imperio Nuevo, que en su mitad en el siglo XIII a.C. tuvo a Ramsés II el Grande como Faraón.

El Imperio Nuevo sucedió al Segundo Periodo Intermedio (XIX y el XVI a.C.) del Imperio Medio, un periodo difícil para Egipto con divisiones y rencillas que terminaron en una guerra de liberación; así pues los primeros faraones del Imperio Medio tuvieron que recuperar el poderío y la prosperidad que se logró en los siglos XXI y XX a.C., faraones guerreros de la XVIII dinastía al inicio del Imperio Nuevo.

Luego la XIX dinastía o Ramésida, una casta militar de emprendedores y enérgicos gobernantes, cuyo mayor exponente fue Ramsés II el Grande, un militar líder, promotor de artes, ciencias, construcciones y letras, que tuvo uno de los reinados egipcios más largos, en que la gran prosperidad condujo a la riqueza de Egipto. Al final de este periodo del Imperio Nuevo, en el siglo XI a.C., las riquezas atesoradas por Egipto junto a su expansión le convirtieron en objetivo tentador por la codicia, el deseo y la envidia de otros, haciendo atractiva su invasión.

Si ahora recordamos el contenido del ya antes citado relato, veremos que en él se decía: “Otra endemia, que fue pandémica desde tiempos remotos, es la viruela que ya se conocía en Egipto en los siglos XV a XI a.C. como enfermedad asesina de la época”; lo que ahora nos hace comprender y pensar que aquellos movimientos, primero de expansión del Imperio Nuevo y luego de invasión de los pueblos que buscaban sus riquezas, sobre todo piratas griegos del Mar Egeo, con alta probabilidad, fueron la causa y el motivo de la expansión de la viruela en el Imperio Nuevo durante tres o casi cuatro siglos.

Tras ello, hay múltiples ejemplos de distintas épocas sucesivas, todos ellos motivados y provocados con certeza por los movimientos de grandes cantidades de individuos a distancias considerables, ya los enumeramos en el primer, llamémosle capítulo, de esta siniestra epopeya de la vida reciente de la humanidad, en la que pensamos que se termina venciéndola, pero no acabamos de ver el final de la ‘demia’, de esta ‘pan’; ahora nos dicen que hay que esperar la vacuna para poder bajar la guardia frente a ella, pero no acaba de llegar al menos pronto para todos.

Dejando de lado, por lo distantes en el tiempo y los avances médicos y técnológicos, aquellas demias sufridas por la humanidad hasta el siglo XVIII, entre ellas la viruela, hasta que a principios del XIX se comenzó con su vacuna; y recordemos, en ese tiempo más cercano, la tercera peste bubónica o peste negra originada en China a finales del siglo XIX. También en el siglo XX, tras la Primera Guerra Mundial, la virulenta gripe, que se dio en llamar la Dama Española, pandemia que se extendió por todo el mundo, causando en Europa un importantísimo número de muertes.

Las condiciones y formas en que se han desarrollado siempre las guerras han ido evolucionando con el tiempo y con la tecnología militar que ha hecho avanzar paralelamente a la sociedad y el bienestar social, pero la gran o la mayor evolución habida en la guerra militar, a mi modo de ver, comenzó por la guerra nuclear no iniciada, con el lanzamiento de las bombas sobre Hiroshima y Nagasaki. Luego, a mitad del siglo XX, se pasó a la llamada ‘guerra fría’. Hoy, menos de un siglo después, sólo algo más de medio siglo, la guerra es muy diferente.

La guerra desde hace algún tiempo, hay quien dice que desde dicha segunda mitad del siglo XX, es principalmente biológica y hasta incluso podemos decir bacteriológica y/o virológica, lo que vuelve a poner en el objetivo la pandemia que aún estamos padeciendo, y si no, miremos un poco hacia atrás en el reciente pasado, observando las evoluciones geográficas de las En, Epi y Pan que han afectado a la humanidad, y veremos que la mayor parte y las más virulentas han tenido su gran propagación por las guerras y los grandes movimientos humanos a causa de ellas.

Y, me pregunto yo, “¿por qué no podemos no sólo suponer, sino considerar con posible certeza que algo similar ha sucedido en este siglo XXI?” No es ni sería descalabrada la suposición, y probablemente sea confirmada en el futuro, probablemente lejano, no en el que nosotros podamos ver, sin más que recordar y observar los movimientos de masas, motivados por el turismo, sin que quiera ni pretenda estigmatizarlo, pero que han llevado a movimientos ingentes de personas, en orden de cientos de millones por todo el planeta; junto con la globalización, que ha hecho que el desarrollo de un comercio mundial casi sin fronteras haya movido también a gran número de personas a países, digamos poco seguros clínicamente.

Hoy, a los pocos días de levantado el mal llamado confinamiento, yo lo llamo reclusión, además nos ocurre a nosotros, que vemos pasar a nuestros vecinos avanzando en una desescalada que, por incompetencia e inoperatividad de nuestro ‘mando’ vemos que, como en otras ocasiones estos dos últimos años, seguimos en el ‘vagón de cola’ de nuestros socios y vecinos; y no cabe ante ello más que preguntarse ¿cómo y por qué tendrán que regalarnos nada, cuando en realidad no hemos demostrado haber hecho algo para lograrlo? Verdaderamente, nos falla lo fundamental, ’el mando’, que tiene la obligación de saber mandar y hacerlo con conocimiento y razonamiento. Hoy no lo puede ni quiere hacer, por verse atado por los compromisos vergonzantes, que de momento no conocemos, que le obligan por su ‘letra pequeña’ a consentir y hacer lo que no debe ni debiera.

Este es momento de no dejar llevarnos por la euforia y continuar recordando que los casos continúan apareciendo, el riesgo de contagio sigue estando ahí, y por tanto, el peligro de ser nosotros los contagiados al recibir el virus en nuestro cuerpo. Hoy es tiempo de comenzar a cambiar costumbres, formas y hábitos de vida, para evitar volver a la nefasta y triste situación pasada y a un nuevo hundimiento de nuestra economía, que seguramente no podremos superar.

Tras la ‘demia’, la vida tal cual la conocíamos antes es evidente que va a cambiar, en general en los comportamientos y en particular en las acciones, porque lo vivido, aun no siendo en ‘carne propia’, nos está haciendo meditar para el cambio; pero algo más nos ha hecho a la mayoría, al menos a mí, que hace diez años, por circunstancias no al caso, me encapsulé en una campana impenetrable de cristal blindado anti cañonazos, en la que solamente hace cuatro dejé entrar a una personita, a mi nieto.

Y, precisamente porque son muchos los que en este tiempo de reclusión nos han dejado y ya no están con nosotros, cercanos o no tanto, familiares y amigos, vecinos y conocidos, no sólo por el virus de esta pandemia, sino también por otras causas naturales o por enfermedad, de los que no hemos podido despedirnos como hubiéramos querido por las circunstancias de confinamiento conocidas, es bueno recordar y necesario para reconfortarnos, traer aquí la frase máxima de un clásico:

“La vida de los muertos está en la memoria de los vivos.” Marco Tulio Cicerón (106-43 a.C.)

Hoy a mí esta situación vivida y observada de lo sucedido a otros, lejanos o no tan lejanos, ha cambiado mi pensamiento y mis sentimientos. Mi dureza se ha desvanecido en parte; espero que no se haya convertido en blandura, pues ambos conceptos pueden ser coetáneos. El blindaje está desapareciendo poco a poco y cada vez me encuentro y noto más susceptible a las emociones externas, sean o no directas mías o a los míos, quizás precisamente por eso, porque instintivamente las asimilas, equiparas o relacionas a y con los tuyos.

Ahora es el momento, éste es nuestro tiempo tecnológico, el tiempo de los técnicos, pero hay que saber venderse, nuestra asignatura pendiente; hay muchas nuevas salidas laborales de nuestra profesión que cada uno debe explorar, planear y ejecutar por sí mismo o con la ayuda de compañeros, porque muchas de las nuevas situaciones de trabajo profesional requieren o mejoran con la colaboración de varios compañeros. Es un nuevo y esperanzador futuro, sobre todo para los más jóvenes, pero hay que coger ‘los machos’ y ponerse al ‘tajo’.

Fuentes: Red Internet, Libertad Digital, News Medical y Nueva Tribuna.

Luis Francisco Pascual Piñeiro es Perito Industrial e Ingeniero Técnico Industrial.

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