Roberto Fernández Díaz

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“No hay futuro en España si no hay un buen futuro para la Universidad”

Roberto Fernández Díaz (L’Hospitalet de Llobregat, 1954), rector de la Universidad de Lleida desde 2011, es presidente de CRUE desde octubre de 2017, así como miembro correspondiente de la Real Academia de la Historia y Premio Nacional de Historia en 2015. También ha sido presidente de la Asociación Catalana de Universidades Públicas (ACUP). Entre las líneas maestras que marcan la Agenda Política de la CRUE destacan tanto el fortalecimiento y la promoción del sistema universitario español, con la demanda de un pacto de Estado por la Universidad, como de las comunidades universitarias, con la necesidad de una mayor financiación y el desarrollo de políticas que mejoren la docencia (calidad formativa de grados y másteres) y la situación actual del profesorado y del personal de administración y servicios (PAS). La reducción de las tasas universitarias y el aumento de las becas y ayudas a los estudiantes también figuran entre las peticiones.

¿En qué situación se encuentran las universidades españolas?

A nivel estrictamente académico, y con permiso de Salamanca, que este año cumple ocho siglos, puedo afirmar que tenemos la mejor universidad de nuestra historia. Ahora bien, si hablamos de la financiación, de la situación de los profesores, investigadores, personal de administración y de la política de becas y ayudas, la universidad española afronta una situación muy delicada. Yo le diría que no podemos aguantar un día más. La universidad y las familias han hecho un enorme esfuerzo en los años de la crisis y no se les puede exigir que lo sigan haciendo durante más tiempo. Ha llegado el momento de poner en primera línea de actuación a la universidad española. Por eso hemos trasladado al ministro de Educación una agenda política en la que subrayamos la necesidad de que el Parlamento elabore una nueva ley de universidades y la conveniencia de que esa reforma legislativa se lleve a cabo a través de un pacto de Estado. No hay futuro en España si no hay un buen futuro para la universidad.

¿Y en comparación con las universidades europeas?

Es cierto que no tenemos ninguna universidad en el top 100, pero estamos entre los 10 países del mundo con más universidades entre las 800 mejores; tenemos incluso cuatro titulaciones entre las 10 mejores del mundo. En cuanto a producción científica y número de investigadores más citados, ocupamos la undécima posición. Y todo esto, siendo uno de los países de la OCDE y de la UE que menos gasta en I + D + i. Imagínese dónde podríamos llegar si los políticos colocasen a la universidad en la primera línea de sus prioridades. No hace mucho leí un artículo publicado por el Foro Económico Mundial en el que su autor afirmaba: “Lo más importante para el ciudadano medio no es si tiene universidades como Stanford u Oxford, sino más bien la calidad de las universidades a las que probablemente sus hijos asistan”. Y esa es nuestra realidad. Tenemos un ecosistema universitario en el que está garantizado que todos los estudiantes recibirán una formación dentro de unos buenos parámetros de excelencia, independientemente de la universidad en la que tengan que estudiar. Es algo esencial para la cohesión territorial y social.

¿En qué puede mejorar la universidad?

Nos queda mucho por hacer en internacionalización, tanto los profesores como los alumnos. Solo en unas 10 universidades se supera el 5% de profesores extranjeros y en cinco, el 15% de alumnos internacionales. También es una asignatura pendiente la transferencia de conocimiento. En producción de patentes, solo representamos el 0,67% de la producción mundial. Son retos que estamos dispuestos a asumir si los políticos deciden ponernos en su agenda de prioridades.

¿Cuáles son las principales funciones y objetivos de la CRUE?

Nuestra misión es contribuir a la potenciación y mejora de la educación superior, a través de la cooperación interuniversitaria y del diálogo entre las universidades, los poderes públicos y los agentes sociales. Nuestra visión, favorecer el pensamiento crítico, la libertad, el pluralismo y los valores democráticos; promover el respeto a los derechos humanos y el medio ambiente; defender la justicia, la independencia y la igualdad; contribuir al progreso sostenido y sostenible de la sociedad española, y estimular la comunicación y el diálogo.

Hay quien comenta que falta una mayor adecuación de los estudios universitarios a las necesidades de la realidad empresarial. ¿Qué opina sobre ello?

Que antes de pasar a criticar la oferta de titulaciones, le dedicaría unos minutos a un par de reflexiones. La primera, que el tejido productivo español es el que es, con el 95% de microempresas con un menor desarrollo tecnológico que en otros países de nuestro entorno. La segunda reflexión, y cito al Instituto para el Futuro de Palo Alto, en California, que el 85% de los trabajos que existirán en 2030 aún no se conocen. ¿Hacemos entonces un cambio radical de nuestra oferta de estudios para adecuarnos a una realidad que puede cambiar en unos años? Cuidado con precipitarse. La Universidad no está al servicio del mercado, sino del bienestar y la equidad social. Nuestro objetivo debe ser ofrecer una buena formación de base, con un alto grado de transversalidad y con conocimientos que permitan a nuestros egresados una rápida adaptación a las necesidades del mercado. No lo debemos de estar haciéndolo tan mal cuando de 2008 a 2017 se crearon más de un millón de puestos de trabajo para trabajadores con titulación superior mientras que se destruían casi tres millones de empleos con requisitos formativos inferiores.

¿Es necesario que la universidad tienda más puentes con la empresa?

Por supuesto que sí. La mayoría de nuestras universidades cuentan ya con pro-gramas de cátedras de empresa y cada año aumentan el número de start-ups y spin-offs que se desarrollan en nuestros campus. Pero podemos y debemos estrechar más las relaciones con las empresas mejorando y aumentando los programas de prácticas académicas externas.

Algunas voces critican el excesivo número de titulaciones que hay. ¿Cuál es su respuesta al respecto?

Es cierto que debemos continuar realizando un mayor ajuste de la oferta de grados a la demanda, ya que en el curso 2015-16 todavía teníamos en las universidades públicas el 12% de títulos de grado con menos de 20 alumnos de nuevo ingreso. Pero también lo es que este porcentaje era del 18% en el curso 2008/2009. Nos estamos adaptando a un ritmo más que razonable.

¿Qué opinión le merece la opción del máster integrado en la titulación, mediante el cual el alumno que accede desde primer curso realiza un itinerario que incluye el máster obligatoriamente para obtener la titulación que corresponda, en lugar de realizar el grado más el máster como hasta ahora?

La única respuesta que puedo darle es que desde CRUE estamos estudiando las ventajas e inconvenientes que puede tener el nuevo sistema. Es pronto todavía para tener una opinión definitiva.

¿Cómo es la relación que mantiene la CRUE, o las universidades en general, con los colegios profesionales?

La relación institucional con los colegios profesionales viene siendo en general fluida y colaborativa, en especial en lo relativo a la confección de nuestros programas y al seguimiento y relación con nuestros egresados, que también son sus colegiados. Muchas universidades y colegios no solo mantienen relaciones institucionales, sino que también realizan actividades conjuntas dirigidas a sus colegiados y estudiantes de últimos cursos.

¿Qué se podría hacer para lograr una mayor colaboración?

Desde el respeto y el entendimiento de la diferente misión que tienen las universidades y los colegios profesionales, un mayor diálogo sobre los conocimientos y competencias que requiere el ejercicio profesional puede ser muy enriquecedor para ambas instituciones. Sería muy positivo trabajar más estrechamente en el marco de los programas propios de formación continua para mejorar la empleabilidad de estudiantes y profesionales.

“La Universidad no está al servicio del mercado, sino del bienestar y la equidad social”

¿Han cambiado mucho los alumnos/ as en las últimas décadas?

Exactamente al mismo ritmo que la sociedad. Se muestran, comparados con otras generaciones, más escépticos respecto de la política, pero más comprometidos con causas solidarias. De hecho, el voluntariado comienza a ser algo habitual entre los universitarios. Y luego está el tema de las nuevas tecnologías. Su acceso a la información no tiene nada que ver con lo que hemos conocido en otras épocas. Ellos son nativos digitales y eso tiene su lado positivo, porque tienen acceso ilimitado a todo tipo de contenidos, pero también su parte negativa, ya que la sobreinformación a la que se ven expuestos les hace muy complicado discriminar y elegir fuentes realmente solventes. Todo lo leen a través de sus dispositivos electrónicos y su cultura es fundamental-mente audiovisual, lo que está modificando su capacidad narrativa y expositiva.

Son más inmediatos y directos a la hora de escribir y hablar.

¿Y el profesorado?

También evoluciona. No podía ser de otra manera. Son más cercanos a los alum-nos y están más comprometidos con la innovación docente. Yo les veo más como entrenadores del conocimiento y generadores de debate porque son capaces de combinar la sabiduría de la clase magistral con la destreza de las nuevas tecnologías. Prefieren la auctoritas a la autoridad.

Las mujeres graduadas en educación superior son el 53,1%, frente al 46,9% de hombres; sin embargo, la mujer todavía está infrarrepresentada en el mundo académico. ¿A qué piensa que puede ser debido?

Hay un techo de cristal que debemos romper. Pero para hacerlo, antes tenemos que establecer un buen diagnóstico de las causas por las que teniendo un número proporcionado de doctoras e investigadoras de base, cuando subimos peldaños hacia puestos de responsabilidad nos encontramos con un desequilibrio llamativo. Ahora mismo, en CRUE solo hay 12 rectoras frente a 65 rectores. Algo está fallando y debemos corregirlo.

¿Cómo se imagina la universidad española dentro de 20 años?

Como la de mayor equidad social del mundo. La que garantizará la total igualdad de oportunidades a todos los españoles a través de un acceso asegurado a todos aquellos que deseen estudiar y como la que, además, lo hará en un nivel de excelencia que estará entre los 10 mejores del mundo.

En 2015, fue recibió el Premio Nacional de Historia de España; ¿qué supuso para usted este reconocimiento?

Soy historiador y tengo la obligación deontológica de ofrecer el mejor conocimiento posible del pasado. Cuando recibí el Premio Nacional de Historia sentí que había estado a la altura de lo que merecían mis alumnos. Fue una gran satisfacción pensar que le había devuelto a la universidad una parte de todo lo que ella me había dado y que había aportado mi granito de arena para visibilizar la importancia que tiene para la equidad social de un país contar con un sistema educativo que permite al hijo de un bedel llegar a ser rector de su universidad.

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