Raimundus, christianus arabicus

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“DE LA HISTORIA PERSONAL DE LLULL PODEMOS APRENDER EL BENEFICIO DEL CRUCE DE LA CULTURA Y LA CIENCIA EN LA EDAD MEDIA, EL DIÁLOGO CIENTÍ FICO Y CULTURAL POR ENCIMA DE LAS CONFESIONES RELIGIOSAS”

Durante el siglo XII la ciencia árabe en el Al Ándalus experimentó un auge en astronomía, matemática, medicina y agronomía. Ciencia y filosofía eran disciplinas hermanas, como en la antigua Grecia. Los brillantes Estudios sobre Historia de la Ciencia Española de José María Millás Vallicrosa (Madrid, CSIC, 1987) así lo atestiguan. En la sociedad andalusí eran ciencias que avanzaban a la par, retroalimentándose para originar nuevos enfoques; así pues, no es de extrañar que casi todos los filósofos andalusíes fuesen científicos. Para los árabes, la ciencia, entendida por su sentido etimológico, del latín scientia, como el conjunto de conocimientos que alguien tiene adquiridos por el estudio o investigación, tenía que ser el lenguaje que expresase al mundo.

Un buen ejemplo es la exposición que ha organizado el Instituto Europeo del Mediterráneo con motivo del Año de la Ciencia: Ciencia y pensamiento en el diálogo de las culturas Mediterráneas hoy acerca de Ramón Llull, y que ha sido expuesta en Argel, Barcelona y Palma de Mallorca. Ramón Llull (1232-1316) es un caso paradigmático del encuentro de culturas que se produjo en la Edad Media. En una sociedad medieval impulsora de los conocimientos científicos no es de extrañar que Llull entendiese que era una vía de conversión a través de la persuasión intelectual. Para muchos la fe precisamente no necesita de pruebas sino que se sustenta en unas convicciones ciegas de racionalidad, pero Llull, conocedor de la sociedad y cultura árabes, sabía de sus grandes avances científicos; por ello, pensó que necesitaba una gran preparación intelectual para afrontar las refutaciones de los defensores del Islam en su periplo por Túnez, Bugía, actual Bejaia, en Argelia, Chipre, Sicilia o Siria.

Según la experiencia de Llull, el diálogo científico no era sólo el intercambio de posiciones y la definición de parecidos y diferencias, sino también un enfrentamiento epistemológico a través del cual se podía avanzar e ir más allá de una disputa de autoridades. Por tal motivo, creó un método, influido en parte por el arte combinatorio musulmán, que el místico mallorquín desarrolló de forma nueva y creativa: el Arte luliano. Antiguamente ars y artis se referían al conjunto de la lógica, física y metafísica (véase el Diccionario de uso del español de María Moliner). Hoy día este sentido está en desuso.

Estudió los grandes filósofos y teólogos musulmanes pero, salvo en una ocasión, no los cita en sus escritos islámicos, concluye Sebastián Garcías Palou en La formación científica de Ramón Llull (Inca, Consell Insular de Mallorca, 1989). Sí cita en varias ocasiones a Averroes, latinización del nombre árabe Ibn Rushd, y a sus seguidores a quien ataca en diferentes pasajes. La noética de Averroes, formulada en su obra conocida como Gran Comentario, parte de la distinción aristotélica entre dos intelectos, el nous pathetikós (intelecto receptivo) y el nous poietikós (intelecto agente), que permitió desligar la reflexión filosófica de las especulaciones míticas y religiosas.

Sabemos que Llull estudió medicina en Montpellier; lo atestigua su obra Liber principiorum Medicinae (1274-1278). Por tanto, cuando emprendió sus viajes a tierras árabes tenía una formación científica que se podía nutrir de las influencias. Y no sólo eso, después de mantener diálogos con los mudéjares (del árabe mudayy an) mallorquines, a quienes se les permitía mantener su fe sin mudar la fe a cambio de tributo, y escribir el texto arábigo de la Lògica del Gatzell, se introdujo en los textos hebraicos como Yezirah o Zohar. Su vida seguía el único propósito de padecer el martirio trabajando en la conversión de los sarracenos (voz del árabe šarqiyyin, mahometanos o también los naturales de la Arabia Feliz, división en tres zonas de Arabia que estableció Tolomeo), crear colegios de lenguas orientales y escribir el mejor libro del mundo para predicar la fe cristiana a los infieles. Consiguió sus propósitos culturales, escribió una de las obras más importantes de la cultura occidental; aunque peor suerte tuvo en su misión apostólica, se libró de ser lapidado en Túnez (1293) gracias al diálogo con un muftí, del árabe mufti, jurisconsulto, que intercedió por él. Al final de su vida, Llull seguía alentando los intercambios entre cristianos y musulmanes en el Liber de participatione christianorum et saracenorum (1312).

En contra de la idea general, en el otoño medieval, las relaciones entre ambas orillas del Mediterráneo eran fluidas y complejas. De la historia de nuestro mar, podemos aprender que es un lugar para el encuentro, aunque también de conflicto y desolación. De la historia personal de Llull podemos aprender el beneficio del cruce de la cultura y la ciencia en la Edad Media, el diálogo científico y cultural por encima de las confesiones religiosas. Religión y ciencia sigue siendo un binomio que da mucho que hablar a los científicos.

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