¿Qué pasará con la nueva ingeniería?

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“SI SE QUIEREN DISEÑAR CORRECTAMENTE LOS PLANES DE ESTUDIO EN LAS CARRERAS DE PERFIL TÉCNICO, ES UNA PREMISA FUNDAMENTAL TENER EN CUENTA QUE EL INGENIERO NECESITA LA EXPERIENCIA Y EL CIENTÍFICO, PREPARACIÓN ESPECÍFICA PARA INVESTIGAR”
“DELIMÍTENSE, PUES, CON CLARIDAD LOS CAMPOS DE ACTUACIÓN: LOS CIENTÍFICOS, QUE INVESTIGUEN; LOS INGENIEROS, QUE APLIQUEN LA CIENCIA”

Atendiendo a la invitación que se hace a todos los Decanos en la circular de la Fundación (referencia 4-03-0), en la que se nos solicitaba propuesta sobre artículos de opinión sobre la Ingeniería Técnica Industrial, el ejercicio libre de la profesión, la enseñanza superior en el marco europeo, los profesionales vinculados al mundo empresarial, etc., me ha parecido interesante por lo que tiene actual-mente de vigencia el fondo de uno de mis artículos publicado el 5 de enero del presente año, en el periódico Heraldo de Aragón.

Generalmente, se entiende que no es lo mismo ser licenciado en Medicina o en Derecho que ejercer la profesión de médico o abogado. Pues bien: si se quieren diseñar correctamente los planes de estudio en las carreras de perfil técnico, es una premisa fundamental tener en cuenta que el ingeniero necesita la experiencia, y el científico, preparación específica para investigar.

No son perfiles incompatibles, pero pueden existir y, de hecho, en la mayoría de los casos existen el uno sin el otro; para ser profesor de Escuelas Técnicas –que por algo se llaman así–, sería deseable combinar la experiencia laboral previa en el mundo de la industria, del comercio o de los servicios, y materializarla y completarla después en la tesis doctoral, para poder impartir de esa forma “ciencia aplicada”, que en definitiva es la razón de ser del ingeniero. A los docentes actuales que no han seguido ese camino les resultaría revelador conocerlo, sus opiniones se acercarían más a la realidad y su enfoque de cómo han de ser los planes de estudio en Ingeniería variarían, sin duda, y lo harían para mejorar.

El debate abierto por algunos docentes de Escuelas Técnicas acerca de si deben o no mantenerse carreras de ciclo largo y de ciclo corto parece un tanto fuera de lugar desde un punto de vista práctico. La sociedad demanda netamente ingenieros que, sin más, puedan actuar como tales y cuya formación especializada debe ser específica y posterior a la preparación generalista. Me parece muy acertada la posición del Ministerio de Educación y Ciencia, que prevé una Ingeniería con contenidos sustantivos y base generalista, impartida en cuatro años y mediante 240 créditos ECTS (esto es, según el sistema académico europeo de homologación), superando las presiones corporativas que, en realidad, frenan los cambios y el progreso.

Hagamos una breve historia. Primero fueron los ingenieros y los peritos con planes de siete y cinco años de duración, respectivamente. Les sucedieron después los ingenieros, con carrera de cinco años, y los ingenieros técnicos, con tres. Y ahora se proyecta un currículo de cuatro años, con caminos abiertos para que quien lo desee o necesite, adquiera luego el perfil investigador y científico propio del doctorado.

Esto es, se prepara la formación de un ingeniero homologado con el patrón de Europa. ¿Cuál es entonces el problema? El problema se llama corporativismo. La universidad no puede destinar sus escasos recursos a preparar, sobre todo, titulados llamados “superiores” dotados de una gran preparación teórico-científica que es sin duda necesaria e imprescindible, pero no como patrón general. De hecho, no es infrecuente que el ejercicio del ingeniero superior consista en desempeñar funciones de economista o de gestor de empresa.

Lo apropiado es que los ingenieros se preparen en función de la aplicación derivada del trabajo de los investigadores y, como decía al principio, mal ingeniero será quien carezca de la base de la experiencia. Delimítense, pues, con claridad los campos de actuación: los científicos, que investiguen; los ingenieros, que apliquen la ciencia. Cada cual se ganará con ello la vida como pueda y lo hará mejor si, desde el comienzo, su formación se ha encauzado adecuadamente. La mezcla no está contraindicada, pero no será lo habitual: también hay grandes escritores que son médicos, o al revés, pero esa opción obedece a determinadas aptitudes personales, pues todos somos libres para encontrar nuestro propio camino. Pero eso es una cosa, y otra el saber para qué se estudia una carrera.

Convencido, ahora más que nunca, con lo acontecido recientemente por parte del Ministerio, que ha dejado aparcada la opción de una ingeniería única, a la vista de la alarma desde los Colegios profesionales de la Ingeniería del segundo ciclo, espero y apuesto porque la Administración Educativa emprenda nuevamente el camino que demanda la sociedad y, en ningún caso, se vea presionada por lo que ha supuesto el absurdo elitismo a través de casi 150 años.

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