Otro patrimonio en peligro

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Aunque parezcan eternas, las rocas también viven, evolucionan. Podrían reclamar con derecho una atención más destacada, pero se nos antojan meros espectadores, inmóviles y apáticos, del fulgurante paso de los seres vivos, aparentes protagonistas de la historia. Su tempoes otro, pero también nacen, se transforman y sucumben, merced a los procesos geológicos, lentos las más de las veces, aunque otras traumáticamente inmediatos, como ocurre con los terremotos.

Y, como a los humanos, esa biografía les va marcando la faz, acumulando huellas que, si atendemos y entendemos su lenguaje, podemos interpretar hasta llegar a conocer de dónde salieron y qué vicisitudes han sufrido. También, como ocurre con los humanos, esa biografía individual nos habla también de los acontecimientos globales que afectaron a nuestro planeta. Cualquier paisaje contiene rocas que intentan contarnos una parte de la historia de la Tierra, pero algunas son especialmente interesantes; ya sea por su belleza, su singularidad o porque queden
pocos, quizás sólo ese, testigos de los episodios que narran.

Vivimos una época en la que algunas términos, como “peligro de extinción” o “conservación”, se han convertido en moneda común y ocupan casi de forma permanente los espacios de actualidad, pero casi siempre pensamos en ellos para aplicárselos a plantas y animales, rara vez para ese otro protagonista silente del paisaje, la roca; pero lo cierto es que con frecuencia requiere al menos una protección semejante; sin dejar de lado que las rocas son, además, el almacén que conserva para nosotros las formas de vida del pasado.

La importancia de la geología estuvo presente en los primeros escarceos de la conservación de la naturaleza en España, como la declaración de Picos de Europa como el primer Parque Nacional español, allá por 1918, en el que se tuvieron en cuenta de forma preferente las consideraciones geológicas. Y los geólogos, como ocurrió con Eduardo Hernández Pacheco, tuvieron un protagonismo especial en el desarrollo de dicha conservación antes de la guerra incivil, para perderlo después a manos de biólogos y, sobre todo, de los ingenieros de montes.

Lo mineral ha ido recuperando parte del terreno perdido, pero a un ritmo lento, casi geológico. Uno de los protagonistas de esta reivindicación fue Emilio Elízaga, un geólogo que llevó a cabo un inventario de lugares de interés geológico de la provincia de Madrid a principios de los años ochenta. Su temprana desaparición impidió que ampliase su trabajo y su latente objetivo de impulsar su protección. Un empeño frustrado hasta tiempos bien recientes, ya que hasta el año 2007 no se legisló en España sobre el tema. Ese año se promulgó una ley, la de Patrimonio Natural y Biodiversidad, que recoge por primera vez los conceptos de geodiversidad y patrimonio geológico, e insta a la elaboración de un inventario nacional de lugares de interés geológico (LIG).

Se daba cobijo así a la iniciativa que había lanzado UNESCO unos años antes, al poner en marcha el programa Global Geosites, que pretende elaborar un catálogo que recoja y proteja los escenarios geológicos de interés científico y relevancia internacional. España es, precisamente, uno de los países con una mayor riqueza geológica, tanto por el elevado número de lugares de interés geológico (ya tenemos 144 de ellos reconocidos por Global Geosites), como por la gran geodiversidad de que disponemos, con muestras y representaciones de todos los grandes grupos de rocas, de todas las series estratigráficas de los últimos 600 millones (e incluso pequeños rastros de épocas anteriores) y de todos los procesos que han modelado la corteza terrestre. Y es que, como dice la geóloga Lucía Durbán, la península ibérica ha estado dos veces en el centro del mundo.

“LAS OBRAS PÚBLICAS Y LAS URBANIZACIONES
QUE VAN RASGANDO EL TERRITORIO HAN
DADO CUENTA DE MUCHOS TESOROS SIN QUE
LAS DECLARACIONES DE IMPACTO AMBIENTAL
LOS TUVIERAN EN CONSIDERACIÓN”

Pese al trabajo que se está realizando, iniciado por el Instituto Geológico y Minero de España y la Sociedad Geológica de España hace ya ocho años (antes, pues, de la Ley española e incluso que Global Geosites), los expertos calculan que aún necesitarán diez años más para terminar de inventariar toda esa riqueza mineral; para completar esa labor que no deja de ser la primera etapa del proceso de preservación. Y el tiempo es un factor que, como en tantos otros casos, juega en contra, porque la actividad humana puede destruir muchos de estos vestigios antes incluso de que hayan podido catalogarse. Una muestra de este peligro es que en los apenas tres decenios que han transcurrido desde el inventario que hiciera Elízaga de los lugares de interés geológico de Madrid ya ha desaparecido el 30 por 100 de ellos. Y en las costas de Almería, Murcia y otras provincias se han dañado volcanes y terrazas marinas. Las obras públicas y las urbanizaciones que van rasgando el territorio han dado cuenta de muchos tesoros sin que las declaraciones de impacto ambiental los tuvieran en consideración, queremos pensar que por desconocimiento de la importancia de lugares que aún no figuran en ese inventario en marcha.

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