Juan Ignacio Larraz

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«Las nuevas titulaciones no encajan al 100% con los colegios actuales y debemos ir hacia otro modelo»

Juan Ignacio Larraz defiende en esta entrevista una liberalización de los servicios profesionales con «sentido común» y apuesta por intentar «converger» con el Colegio de Ingenieros para generar sinergias. Fue jefe del servicio de Bomberos de la Diputación Provincial de Zaragoza (DPZ) durante 40 años y lleva desde 1992 como decano del Colegio de Ingenieros Técnicos Industriales de Aragón, que reúne a 5.000 profesionales. Ahora acaba de ser reelegido vicepresidente del Consejo General, un puesto en el que estará otros cuatro años.

Después de muchas críticas, el Ministerio por fin ha equiparado sus carreras de tres años a los actuales grados. ¿Está satisfecho?

La homologación se aprobó a finales del año pasado, excepto para las Administraciones. Es decir, que si hay una oposición, se precisa tener el grado y no puede presentarse un ingeniero técnico. Esto es algo en lo que debemos incidir y seguir luchando.

Pero Bolonia viene de mucho antes, ¿qué han hecho hasta que el Gobierno aprobó el decreto?

Hemos estado unos años en una especie de vacío, en los que les hemos dicho a los chicos que estudiasen el curso de adaptación a grado. Y lo han hecho. Hacerlo les sirvió para tener el título durante este tiempo, pero ese curso no le aportaba nada a un ingeniero técnico industrial con experiencia. Lo que pasa es que entonces no nos quedaba más remedio que potenciarlo porque el decreto anterior decía que solo el grado habilitaba para la profesión de ingeniero técnico. Si no había otro título, evidentemente había que hacerlo. Faltaba el decreto de 2014. El problema es que ya había chicos entonces, y ahora más, que pensaban que esto solo se había hecho para sacarles el dinero.

Los ingenieros de segundo ciclo con el título anterior siguen pidiendo que se les equipare al nivel de máster…

Ellos están un nivel por encima de nosotros. Lo que ocurre es que la profesión es el grado, no el máster. De ahí el acercamiento que me gustaría que hubiera entre los dos colegios, de converger con los ingenieros de segundo ciclo. Sé que es muy difícil y que no es una cosa que se pueda hacer de hoy para mañana porque saldría mal. Pero las nuevas titulaciones no encajan al 100% con las estructuras colegiales actuales y, por lo tanto, debemos ir hacia otro modelo. Unir los colegios ahora existentes puede generar muchas sinergias y bondades y dar continuidad a la historia de nuestras ingenierías.

Dejando a un lado el conflicto de las homologaciones, ¿cómo están afrontando la crisis? Los ingenieros técnicos también están teniendo que irse fuera…

Pese a la situación actual, hay una noticia positiva: que somos la segunda profesión más demandada, cuando hace unos años éramos la cuarta. Aun con todo, hay muchos que se están yendo a Alemania y creado una plataforma por internet en la que se pueden colgar los currículum y las empresas entran para buscar a gente. Tenemos también un carné con un chip, que sirve de credencial, y aporta de forma contrastada muchos datos sobre los proyectos que ha hecho cada uno. A esta plataforma están llegando muchas ofertas del extranjero y, por eso, en el Colegio también estamos dando clases de alemán, de inglés… Lo cierto es que se han ido muchos chicos a Alemania. Pero fíjate qué diferencia hay entre ir allí como un ingeniero con un puesto de trabajo a salir a pecho descubierto. La gente lo pasa muy mal cuando va a ciegas.

Uno de los nichos de mercado que más de moda se ha puesto son los certificados de eficiencia energética, pero no están exentos de crítica.

Se han hecho y se están haciendo muchos. El certificado energético es una buena intención del Gobierno que se ha devaluado porque aparece como si fuera una mera tasa. Elaborar un certificado lleva consigo hacer las cosas bien para ver si realmente una vivienda está bien aislada o no. Ahora, si resulta que se cobra 50 euros por hacerlo, que hay gente no preparada que lo está elaborando por internet…, pues y se convierte en un trámite burocrático, en una mera tasa.

Tienen otro tema abierto: la ley de servicios profesionales, que podría liberalizar muchos trabajos, y que tiene en pie de guerra a varios sectores.

Se camina hacia la liberalización, pero sin competencias desleales. Siempre cuento que en Zaragoza había un ingeniero muy bueno que les calculaba las estructuras a muchos arquitectos. Sin embargo, podía firmar un puente en China y no en España. ¿No es esto un incoherencia? Cada uno debe defender su profesión, pero esta separación tan drástica no existe en otros países. La ley de servicios profesionales tenía previsto cambiar esto. Pero han entrado varias enmiendas y el Gobierno no sabe muy bien qué hacer.

Ya sabe que los arquitectos no están muy de acuerdo…

Yo tengo una nuera arquitecta, y cada uno debe defender lo suyo. Pero una cosa son las atribuciones y otra la competencia. ¿Usted es competente? Pues puede. ¿Le dejo construir a un ingeniero técnico eléctrico un edificio de siete alturas? Pues no. Pero, ahora bien, ¿tengo a mi tío en el campo y queremos hacerle una casa? Pues no entiendo por qué no y que solo pueda hacerlo un arquitecto.

Entrevista publicada en el diario Heraldo de Aragón el 19 de enero de 2015.

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