Ignorancia bien informada

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La tan celebrada sociedad de la información y el conocimiento esconde trampas que, a veces, pasan inadvertidas. Nuestro optimismo no quiere advertir contradicciones y paradojas. Por lo pronto, es tan inmenso el caudal de información que diariamente recibimos, que necesitaríamos mil vidas para comprenderlo. Tanta información nos intoxica y aturde. El primer paso sería trillar la información, separar lo importante de lo intrascendente. Solo esto ya es tarea de sabios. Pero el acceso a ingentes cantidades de información no nos hace más sabios; posiblemente, sea al contrario.

Se diría que vivimos en la sociedad del desconocimiento. Y no es que no se sepan más cosas que hace dos siglos, pongo por caso. Al contrario. En el pasado, los hombres sabían menos cosas, pero las sabían mejor. Naturalmente, conocían poco, pero ese poco era prácticamente lo que podían y debían conocer. Además, tenían un conocimiento de primera mano de las cosas, mientras nosotros estamos rodeados de objetos que sabemos manejar pero no comprendemos. Además, antes el conocimiento era patrimonio de unos pocos, sabios, nigromantes o hechiceros. Hoy día vivimos rodeados de expertos que saben mucho sobre pocas cosas, pero ignoran lo demás.

Estamos informados y conocemos el manejo de muchas cosas, pero no las comprendemos. Y no me refiero a los agujeros negros, los nanosegundos o los hedge founds, es que la mayoría ni comprendemos el funcionamiento del televisor o del ordenador, como si funcionaran por arte de magia. Tanto hacer hincapié en el know how, que estamos perdiendo la capacidad de reflexionar sobre las cosas.

Y todo se complica con el exceso de información que recibimos a través de la red. Junto con la fragmentación y la especialización del conocimiento, viajan por nuestros ordenadores tal cantidad de infobasura, que resulta difícil de digerir. “La información es el enemigo de la inteligencia”, dice el poeta americano Donald Hall.

Para Daniel Inerarity, autor de La sociedad del conocimiento, “acumular información es una manera de librarse de la incómoda tarea de pensar porque la instantaneidad de la información impide la reflexión”. Vivimos rodeados de datos que tienen la apariencia de información, aunque muchos son redundantes o banales. El problema está en saber orientarse ante este caudal de estímulos. Toda información necesita de una interpretación, que es una tarea reflexiva. Así, estará informado quien sepa filtrar todo lo que ve, oye o lee en los distintos medios. Lo contrario una bien informada ignorancia.

Por supuesto, no se trata de nostalgia de otros tiempos. Gracias al progreso científico el mundo es más habitable. Debemos a la ciencia conquistas que nos parecen irrenunciables. Para el pensador americano Whitehead, “la civilización avanza en proporción al número de operaciones que la gente puede hacer sin pensar”, es decir, en la medida en que hay aparatos y procedimientos que nos permiten actuar sin pensar. Sin embargo, el saber es hoy más necesario que nunca. La crisis económica y la inacción política lo demuestran cada día. Debemos buscar un conocimiento más reflexivo y creativo, que nos sea útil para actuar. Un conocimiento que nos permita discernir lo importante e imprescindible de lo accesorio e innecesario.

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