Difícil elección

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Cada año y tras finalizar lo que ahora se llama EvAU, antes selectividad, miles de estudiantes se enfrentan a una decisión que será trascendental en sus vidas con la elección de la titulación universitaria y universidad en la que la cursarán, pero no debemos olvidar, que el título como tal, no es un fin en sí mismo, sino solo un medio para dirigirte hacia la realización de determinadas actividades profesionales, que nos permitan sentirnos realizados y contribuir al desarrollo de nuestra sociedad. Y es precisamente esta última parte la que menos clara se tiene, a la hora de elegir, y de forma singular en el ámbito de las Ingenierías.

Vocación de Ingeniero, es tener la necesidad de crear, de mejorar, de innovar, con una cierta personalidad que te permita tomar decisiones en base al conocimiento y la responsabilidad, y todo ello, acompañado del liderazgo propio para afrontar los problemas y buscar soluciones. En definitiva, se trata de un perfil imprescindible para el desarrollo y progreso de cualquier sociedad y que, por tanto, debería convertirse en un vector prioritario de la misma.

No obstante, y por desgracia, cada vez son más las dificultades que se encuentran y menos los titulados en Ingeniería, con especial mención al género femenino. Y es que frente a quien piensa que estas vocaciones son solo innatas, lo cierto es que se pueden estimular y construir con los entornos adecuados durante el desarrollo formativo previo, y para ello la enseñanza de la “Tecnología” tiene una vital importancia, pero que curiosamente no entra dentro de las prioridades del nuevo proyecto de Ley de la reforma del sistema educativo, LOMLOE.

Y no entraré a valorar la oportunidad o el consenso con el que cuenta la misma para su necesaria continuidad en el tiempo, pero sí lo haré, con la ausencia de una apuesta clara y decidida para el fomento de los perfiles tecnológicos que demanda y necesita nuestra sociedad, algo que debería ser la base de cualquier reforma de nuestro sistema educativo y para lo que sí que hay un consenso claro, por lo menos de palabra.

Pero dicho lo anterior, y una vez superado el primer obstáculo habiéndonos decantado por estudiar una Ingeniería, nos encontraríamos con otro que puede ser en algunos casos aún mayor, por cuanto puede frustrar nuestras expectativas profesionales si no elegimos adecuadamente. Y es que se ofrecen más de cien títulos de Graduado/a en Ingeniería de la rama industrial, que si bien proporcionan algunas competencias del ámbito de la Ingeniería, no hacen lo propio con las atribuciones profesionales o habilitan para el ejercicio de profesiones reguladas.

¿Qué significa esto? Pues que no tendrán capacidad de firma de proyectos, direcciones de obra, etc…, y que por tanto verán limitadas sus actuaciones profesionales, quedando vetados para aplicar los principios de las “profesiones reguladas” y que recuerdo son: “Independencia y libertad de criterio, responsabilidad personal y control deontológico por parte de los colegios profesionales”.

Por tanto, y si las denominaciones de los títulos no pueden inducir a confusión en cuanto a sus efectos profesionales, habría que replantearse la denominación de todas esas nuevas titulaciones académicas eliminando el término Ingeniería o bien modificar el modelo de acceso a las profesiones reguladas, que recordaré que aquí en España única y exclusivamente se consigue con la obtención de un determinado título académico que transfiere unas competencias específicas previamente aprobadas (Orden CIN).

En cualquier caso y aunque yo sea partidario de la segunda opción, que permitiría además evolucionar el modelo profesional haciéndolo más competitivo y dinámico, lo que sí que se hace preciso mientras nada cambie, es una correcta información que tendrán que recibir todos aquellos que opten por titulaciones del ámbito de la Ingeniería.

La información es esencial, y no puede ser interesada, porque en base a ella se van a depositar numerosos esfuerzos y a generar expectativas, y todos los que de una u otra forma estamos implicados debemos hacer lo posible para que la información sea veraz y, a partir de ahí, que cada cual tome sus propias decisiones y, por tanto, asuma sus consecuencias.

El futuro profesional dependerá en buena parte de la elección del título, por lo menos en la situación actual, pero también ha de quedar patente que no lo es todo, y que serán otras actitudes y aptitudes las que definirán los éxitos profesionales de cada uno.

Por tanto, hay que elegir bien, pero actuar mejor, y enfrentarse a los problemas con optimismo y convencidos de poder transformar y mejorar nuestro entorno, porque esa será nuestra mejor contribución a la sociedad y la mayor recompensa profesional. 

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